Autor: Maestro Andreas

miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo II

Se acercaban al foso de la fortaleza y empezó a descender el puente levadizo y alzarse el rastrillo para franquear la entrada al caballero. El muchacho andaba ligero al paso del caballo y Nuño miraba al frente sin pestañear ni molestarse en mirar si su prisionero caminaba o se arrastraba al lado izquierdo de su nervioso alazán.

Las herraduras del caballo repiquetearon sobre los gruesos tablones del puente y entraron en el patio de armas de la torre, dentro de la inexpugnable muralla defensiva que la cercaba. Pero el rapaz no vio guerreros ni nadie que saliese a recibir al caballero a excepción de un hombre de mediana edad que lo saludó con una reverencia.

El orgulloso joven descabalgó y asiendo la cuerda que sujetaba al muchacho entró con él en la torre seguidos por el hombre y sin decirle ni una palabra. Nuño pidió agua y el criado hizo sonar las palmas y en unos minutos, de improviso, surgió como de la nada otro servidor algo más joven, cuyo cuello estaba anillado con un aro de hierro y que portaba una jarra y una copa, y le sirvió agua fresca al señor. El conde bebió despacio y al saciar su sed hizo ademán para que volviesen a llenar la copa y se la tendió al zagal.


El crío no estaba seguro si debía beber, pero la caminata y el miedo le habían secado la boca y levantó las manos atadas para acercar el recipiente de plata a sus labios. Al parecer aquel caballero no quería darle muerte sediento y le daba agua en su propio vaso de metal noble. En la estancia sólo había un sillón de respaldo alto y una mesa de madera sin adornos ni tapete que la cubriese. Y en las paredes lucían diversas panoplias con armas y también blasones y estandartes.

El criado de más edad esperaba en pie con la cabeza inclinada y el señor le ordenó que preparase su baño. El hombre salió de la sala y quedaron solos los dos jóvenes, el aprehensor y el aprehendido, que se miraban directamente a los ojos vigilándose mutuamente. Y el señor le habló al muchacho: “Eres insolente!. Cómo te atreves a mirarme de ese modo?. No eres más que un rufián y mereces ser castigado con la muerte por robar en las tierras de tu señor. Desnúdate, bellaco, porque nada de lo que llevas te pertenece!”. El rapaz se quedó atónito, puesto que con las manos atadas le era complicado desvestirse. Pero tampoco entendía que aquel joven poderoso necesitase sus pobres ropas raídas para algo. El conde se acercó al chaval y con su daga cortó las ataduras sin librarlo del lazo que rodeaba su cuello. El chico se desnudó con vergüenza y el señor lo miró despacio, rodeándolo para ver bien todo su cuerpo, y dijo: “No eres judío ni musulmán, pues no estas circuncidado. Eres cristiano?”. El zagal asintió con la cabeza y el noble añadió: “No tienes lengua o eres mudo?”. El chico dijo que no y el señor le preguntó su nombre. Debía ser un capricho saber como se llamaba antes de matarlo, pero contestó: “Guzmán, señor”. “Dónde está tu familia?, preguntó Nuño. “No tengo a nadie, señor. Mi madre murió hace años y nunca conocí a mi padre”, respondió el zagal. “Y de donde vienes, miserable?”, inquirió el conde. “Vine de las tierras del este, señor, y llegué a este condado hace un par de días, señor”, contestó Guzmán. Nuño se fijó en toda la anatomía del muchacho y dijo: “Y cómo te atreves a matar mis venados. No sabes que se castiga con la muerte robar a un noble?”, le dijo el conde. “Tenía hambre, señor. Llevo dos días sin comer nada y no me encontré con nada más pequeño para cazarlo”. “Voto al diablo!. Te atreves a confesar tu culpa sin rogar ni siquiera clemencia!. Debería desollarte vivo y colgar tu piel como escarnio para otros furtivos!”, exclamó furioso el conde amenazando con gestos al crío que temblaba más de miedo que de frío.

Nuño se sentó en el único sillón y le ordenó al muchacho que se sentara en el suelo cerca de él. Pasaron varios minutos o casi una hora y el conde no volvió a hablarle a Guzmán, pero si lo miraba de vez en cuando. Entró el criado y le dijo al señor que ya tenía el baño dispuesto. El conde se levantó con energía y sin mirar al chaval le ordenó que lo siguiese. Y se trasladaron a otro aposento en el que una gran tina de cobre mediada de agua humeante ocupaba el centro y el altivo joven se quitó cuanto llevaba encima. Se volvió hacia Guzmán y lo liberó de la soga, puesto que allí dentro era imposible poder escapar.

Guzmán nunca había visto tal cosa y menos que aquel joven se sentase dentro y el criado le frotase la piel con algo, pero no perdió detalle de aquella ceremonia ni tampoco se le pasó por alto el bello cuerpo desnudo del apuesto joven.

Después de un rato de friegas el criado echó más agua con un cántaro de barro por encima de la cabeza del señor y al poco se puso en pié y el sirviente lo envolvió en una tela grande y muy blanca. Y acto seguido el señor dijo: “Ahora entra tú y aprovecha el agua que aún está caliente para quitarte todo esa roña que llevas encima. Bernardo, restriégalo bien y déjalo presentable. Apesta a estiércol como si fuese un becerro!”. El crío se asustó y temió ahogarse dentro de un recipiente tan grande y con tanta agua sin poder nadar como hacía en el río, pero el criado lo agarró por un brazo y antes de darse cuenta ya estaba sentado en el agua tibia. Y al rato aquello le pareció agradable y la sensación de bienestar relajó sus nervios todavía en tensión.

Cuando también se vio envuelto en una tela blanca tan suave y limpia, Guzmán creyó que ya debía estar en el paraíso y no se había enterado de la puñalada que le causara la muerte. Pero al oír la voz del señor supo que aún estaba en este mundo y a merced de ese joven noble tan extraño que tenía caprichos raros como lavar a fondo a sus víctimas antes de acabar con sus vidas. Podría ser que para entrar más rápidamente en ese cielo del que hablaban los monjes, era necesario o preferible estar limpio no sólo de alma sino de cuerpo. Y eso es lo que pretendería el señor al darle la oportunidad de gozar de la felicidad eterna, librándolo de una vida miserable y llena de calamidades.

Pero por el momento no veía claras las intenciones del joven señor, porque, sin vestirse, ordenó que le sirviesen comida y bebida en la otra sala donde estaba la mesa.
Y así se hizo y tres sirvientes de edad intermedia entre la juventud y la madurez, también anillados, atendieron al señor con admirable prontitud. Habían asado una pata del venado y traían vino tinto en una jarra de barro que escanciaron en la misma copa en al que ya habían bebido anteriormente los dos jóvenes. Pero esta vez también trajeron un recipiente y un cuenco que pusieron en el suelo junto al sillón donde tomó asiento el conde. Y éste empezó a degustar un trozo de carne, arrancándolo con los dientes, y desgarró otro pedazo que se lo tiró en el recipiente de madera al muchacho diciéndole que comiera despacio. También hizo una señal al criado de más edad para que vertiesen vino en el cuenco para el chico y le invitó a que éste bebiera para tragar mejor el venado y el cacho de pan que el mismo conde cortó con su daga para Guzmán.

Todo aquello le parecía al zagal demasiado incoherente para ser ejecutado en breve, pero el hambre le hizo olvidar su temor y se rindió al placer de saborear la carne asada y bien sazonada que le daba el señor. Sin olvidar el buen vino que jamás había catado el chaval y que pronto se le subió a la cabeza notando un mareo nunca experimentado antes de ese momento.

Guzmán comió y libó bastante y antes de que el joven conde pudiese evitarlo, el zagal quedó dormido en el suelo como un ceporro por los efectos del cansancio y del vino. Nuño mandó que lo llevasen a un dormitorio y se quedó sentado mirando al infinito y recordando otros tiempos en que su carácter era distinto y nadie le apodaba el feroz. En ese tiempo era un alegre y amable adolescente que sólo pensaba en cazar y jugar a espadas con otros muchachos de su edad para mostrarles su habilidad con las armas aprendida de unos de los mejores maestros del reino. Su propio padre y el alférez de armas que le acompañaba en las batallas junto al fiel escudero.
Pero aquellos tiempo felices se truncaron de repente y al joven Nuño se le rompió el corazón, dejándolo marcado seriamente hasta ir agriando su carácter y endureciéndole el alma. Inesperadamente un infausto suceso quebró su sonrisa y el dolor que sufrió en su incipiente vida amorosa lo hundió en la perversidad que fue generando esa fama que ahora tenía entre sus vasallos. Todos aseguraban que sus entrañas estaban secas y su espíritu lo había poseído el diablo.
Pero nadie se preguntaba por qué el joven otrora alegre y desenfadado se había vuelto cruel al punto de ser temido por todos, lo conociesen en persona o sólo de nombre.

6 comentarios:

  1. ¡Una nueva historia, y que promete mucho! Gracias Andreas por llenarnos la cabeza de locas fantasías, que disimulan entreteniéndonos y excitándonos el mensaje profundo sobre el amor y la apropiación del amado.

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  2. Me encanta el diseño!!!
    Gracias Maestro! y a Stephan por el gran trabajo!
    Besos
    Eli

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  3. Gracias Eli, te cuento que la historia es larguísima y BUENÍSIMA!!!

    El Maestro está escribiendo ya una tercera parte y cada vez se pone mejor!

    Besos

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  4. No todos vemos entendemos de la misma manera esta forma de relación basada en el dominio y la sumisión. Pero cada cual tiene que contar y escribir lo que cree mejor y se ajusta a su pensamiento. En cualquier caso las historias que ya han sido publicadas en este blog y esta que ahor comienza, fueron creadas para que tu amo te las contase a ti. Y pensando en eso tomaron forma y cuerpo. Por otra parte, intento dar un viso de realidad a los personajes y entiendo que es fundamental que sientan y padezcan pasiones, celos, amor y tengan virtudes y defectos como todo ser viviente. Lo que nunca entendería es una deflación durader que no esté basada en un amor fuerte no privado de beos y sexo. Este es un relato de aventuras más que otra cosa y se mezcla con una realidad histórica de otro tiempo. Y además tiene amor y sexo y violencia lógica en ese tiempo

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  5. Perdonar las erratas del texto anterior, pero escrito en un medio de trnasporte y con traqueteo produjo que me comiese letras y que el corrector automatico hiciese lo que le pareció mejor en algunos casos. No quise decir, por ejemplo deflación sino relación, etc. Supongo que quien lo lea sabrá entenderlo.

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  6. Andreas ya sabe que soy una seguidora de todas sus historias y me propongo hacer lo mismo con esta, que no sólo promete sino que es del tipo de las que a mi siempre me han gustado, es decir: de época.:)

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