Autor: Maestro Andreas

domingo, 20 de febrero de 2011

Capítulo X

Entraron en el aposento del señor y Nuño rasgó la túnica de Guzmán dejándolo en pelotas. Al chico le entró un temblor repentino que le puso la piel de gallina y el señor, sin violencia, lo llevó hasta el borde del lecho donde lo tumbó decúbito prono. Con cuidado le separó las piernas y sin decir nada untó una rama de perejil en el aceite y se lo introdujo por el ojo del culo.

Guzmán no sintió casi nada al principio, pero al rato sus tripas empezaron a moverse y hacer ruidos retorciéndose y le entraron unas tremendas ganas de cagar. No se atrevía a decir ni una palabra pero el joven conde le dio la vuelta y con suavidad le apretó la barriga, con lo que aumentó su necesidad a ir de vientre. El chico no podía soportar el dolor en las tripas y suplicó al otro joven que lo dejase ir a defecar. Nuño sonrió y le indicó el orinal para que se sentase y vaciase cuanto llevaba en los intestinos. Y el chaval se quedó acuclillado en el recipiente de porcelana soltando mierda y pedos en cantidad.

Al rato ya no le salía nada más y el conde le dijo que se levantase y se acercase a él. Nuño llamó al esclavo y le ordenó llevarse el orinal, cuyo olor mareaba con un tufo a excrementos y perejil. El chaval estaba ruborizado y sus mejillas coloradas mostraban su timidez por haber cagado delante del apuesto conde, que lo miraba complacido como si acabase de ganarse un merecido premio por su buena conducta.

El conde vertió agua en la jofaina y lo agarró por una mano, poniéndolo boca abajo en sus rodillas. Y con un paño muy fino, mojado en el agua todavía tibia, le lavó el culo con delicadeza. Después lo incorporó de nuevo y le dijo: “Ahora échate sobre la cama con el culo hacia arriba y abre los brazos y separa las piernas cuanto sea posible.
Guzmán obedeció y el señor le ató las muñecas y los tobillos con un cordón grueso trenzado con seda, que lo amarró a las cuatro columnas que sostenían el dosel.

El muchacho quedó inmovilizado y el conde le colocó unos almohadones bajo el vientre para dejarle el culo más levantado. Y, sin comentario alguno, Nuño se mojó los dedos de la mano derecha en el aceite y le acarició los bordes del ano, pringándoselo por fuera antes de metérselos por el ojo del culo. Primero presionó con la punta del índice y lo deslizó hasta la mitad. Y Guzmán suspiró con agrado por la caricia que notó en el interior. Nuño sacó ese dedo y lo pasó otra vez por el óleo para clavarlo entero y moverlo de dentro afuera. Guzmán suspiró más fuerte y de manera sostenida y tomó aire abriendo bien al boca. Nuño le preguntó: “Te duele”. Y el chico respondió jadeando ligeramente: “No...mi... señor”. “Te gusta?”, preguntó el conde. “Sí...mi...señor”, contestó el chaval. “Voy a acariciarte por dentro”, añadió Nuño incorporando un dedo más para ir dilatando el ano del muchacho.

Con los dos dedos del conde dentro del culo, Guzmán estaba gozando una sensación nueva y extraña, pero placentera, y se lo hizo saber a su señor gimiendo como un gato que busca el calor y la caricia de su amo. El conde sonreía y miraba al chico con cariño, en contraste con la dureza conque su verga respondía a los respingos del chico y sus suspiros de gozo. El glande de Nuño relucía mojado de precum y el prepucio se había retirado totalmente mostrando en plenitud la fenomenal cabeza de su pletórica polla, que en breves minutos estaría perforando el culo del zagal.

El señor repitió la operación con los dedos varias veces y cuanto más gemía el chiquillo más adentro se los incrustaba y el cuerpo de Guzmán se estremecía como si un calambre recorriera su espina dorsal. Y ya no esperó más y se tumbó sobre el muchacho y le besó la espalda desde el culo al cuello. Y con su puntería proverbial, se la plantó en el ano calcando con fuerza para penetrarlo. Guzmán chilló al abrirle de golpe el agujero y notar que algo grande y muy duro se clavaba en él, pero el conde no le dio cuartel y empujó hasta pegar los huevos en el ano del mancebo. Guzmán resoplaba y casi no lograba controlar su respiración y se acordó del consejo que le había dado Bernardo y respiró todo lo hondo que pudo.


Nuño sacó la polla del culo del chico y éste suspiró aliviado, pero no suponía que sin terminar de hacerlo ya le endiñaba otro pollazo que se embutía en su cuerpo totalmente. Y gritó con fuerza y le saltaron las lágrimas por el agudo dolor que sintió en el vientre. Y el conde le habló al oído, tapándole la boca con una mano: “Ya está dentro..... Y ahora voy a joderte. Primero despacio para que se acostumbre tu cuerpo a tener el mío dentro y cuando ya no te duela te daré con fuerza por el culo para que sepas como follan dos machos. Porque tú no eres una hembra sino un joven macho al que monto y cabalgo sobre él para gozar juntos del sexo. Y así todas las noches y durante el día cada vez que mi polla reclame su derecho a meterse en tu carne. Porque eres mi esclavo y lo serás siempre aunque te ame...... Así, taladrándote a fondo es como quiero que me sientas y notes que mi verga llega hasta tu alma. Guzmán, mi joven zagal!. Mi polla me estaba volviendo loco por estar metida en tu culo!...... Me gustas y todo tú me estremeces tan sólo con sentir tu presencia..... Sé que aún te duele y si no gritas es porque mi mano te silencia, pero dejarás de tener ese dolor y sólo quedará el placer de ser follado por tu señor..... Voy a mitigar esa sensación rara besándote la boca y dejando que mi lengua juegue con al tuya”.

Fue un polvo largo y duro y el chico por momentos creía morirse de angustia y en otros, de intensa pasión de su señor, se le abría el cielo para ver un firmamento lleno de estrellas brillantes. Y al sentir la descarga de esa verga latiendo en su recto, el muchacho notó que su polla temblaba como movida por un rayo y sus huevos se vaciaban de repente. Se corrieron los dos juntos y Guzmán buscó los labios del conde para comerlos a besos al tiempo que gemía y jadeaba como un potro cansado de trotar por la pradera.

El conde desmontó y se dejó caer al lado de Guzmán, que lo miraba con los ojos brillantes de febril alegría y lágrimas. Y le dijo al señor: “Gracias, mi señor por haberos apiadado de mí y no romperme en dos cachos. Si queréis montarme otra vez no son necesarias las cuerdas, mi amo. Yo mismo abriré mis nalgas para que os sea más fácil penetrarme y darme por el culo...... Os pertenezco y vos sois mi dueño y mi único señor”.

El joven conde volvió a besar el chico y con una daga cortó los cordones que lo sujetaban a los extremos del lecho. Y le dijo: “Nunca más serán necesarios para joderte y preñarte, pero siempre los tendré a mano por si tengo que castigar alguna desobediencia. Que te desee no significa que no te trate como a un esclavo y te ame sin límite cuando estemos fuera de miradas indiscretas que no entenderían mi pasión por ti. Solos, los dos seremos un cuerpo con dos corazones”.

Guzmán se arrebujó junto al joven señor y buscó su abrazo, Y se quedó dormido protegido entre sus brazos. Nuño descansó su lujuria y sintió un profundo amor por aquel mancebo de ojos color del cielo iluminado por la luna. Era su nuevo amado y a éste nadie se lo arrebataría sin quitarle la vida a él también. Nuño no estaba dispuesto a perder por segunda vez lo que más amaba y deseaba.
Y privarle de él solamente sería pagando un precio muy caro. Su sangre, si era preciso, hasta agotarla y dejar secas sus venas.

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