Autor: Maestro Andreas

miércoles, 16 de febrero de 2011

Capítulo VIII

Cuando Guzmán despertó y aún siendo temprano, no halló al conde a su lado se sobresaltó al verse solo en la cama del señor. Se estaba acostumbrando a sentir el calor de Nuño junto a su cuerpo y todavía tenía el regusto de las caricias y besos que se habían dado mutuamente durante la noche. Y no sólo eso, porque el otro joven le había dejado que se alimentase con su leche mamándosela directamente de la polla.

Había sido la primera mamada que hacía Guzmán y la sensación de tener llena la boca con la carne dura y cálida de Nuño, había supuesto una experiencia deliciosa para el chico. Y más al descargarle en la garganta tres andanadas de semen que le golpearon las amígdalas antes de tragársela. Le gustaba paladear la leche del joven conde y a éste le hervía la sangre mientras se la chupaba, lo mismo que saborear después algo de la que soltaba el chaval, que también vaciaba las bolas al mamársela. Nunca ninguno de sus perros le causara tanto placer y delicia como este mancebo casi inocente, que se entregaba al sexo aparentemente sin malicia ni percatarse del todo que se trataba de algo más que un juego entre dos machos jóvenes.
 El conde ya había partido con sus perros, que corrían junto al caballo del señor amarrados al arzón de la silla por largas correas sujetas a sus collares de hierro, y se disponía a comenzar la batida en los campos pasado el bosque negro. Soltó a los perros y aventaron el aire olfateando el rastro de la pieza. Nuño, atento a los movimientos y muestras de sus sabuesos, mantenía silencio para escuchar el crujir de cualquier matojo que descubriese la presencia del furtivo.


Un de los perros levantó la caza entre unas matas y un hombre se revolvió contra el sabueso clavándole un venablo en el corazón. El joven esclavo rodó ya sin vida y otros tres perros iban a lanzarse tras el vil fugitivo para atraparlo, pero, en ese instante, un dardo lanzado por el conde lo atravesó de aparte aparte dejándolo inerte en el suelo. Nuño echó pie a tierra y se acercó al furtivo para comprobar si aún vivía, pero expiró en el instante en que lo ponía boca arriba. Era un hombre que ya superaba la treintena, cuya estupidez le llevó a la muerte al herir gravemente a uno de los perros del señor. La partida de caza regresó a la torre condolida por la tragedia y llevando las dos víctimas a lomos de los perros para darle sepultura al pie de los muros de la fortaleza.

Nuño necesitaba olvidar el mal trago y volvió junto a Guzmán para consolar su alma dolida en compañía del muchacho que le quitaba las penas tan sólo con mirarle a los ojos. Guzmán no disimuló su contento al ver al señor tan pronto y se acercó a él queriendo descifrar el pesar que traslucía su rostro. El conde tomó asiento en un sillón de la antecámara y el chico se acuclilló a su lado, mirándolo insistentemente hasta que Nuño le habló: “Me gusta que estés aquí en este momento, porque acabo de dar muerte a un hombre. Era un furtivo, pero no le maté por eso, sino por revolverse contra mí y matar a uno de mis fieles perros”. Guzmán le dijo: “Sois un guerrero, señor. Acaso no habéis matado a otros hombres antes?”. El conde miró a un punto impreciso y contestó: “A muchos, pero en el fragor de una batalla es diferente. He peleado junto al rey Alfonso, siendo aún infante en vida de su padre Don Fernando, pero se lucha de frente y cuerpo a cuerpo midiendo tus armas con el enemigo. Y hoy abatí a un hombre cuando escapaba y sin cruzar las armas con él. El miedo los vuelve peligrosos y trastocan el ataque con una eficaz defensa para rehuir el enfrentamiento con la huida”. Pero el zagal replicó: “Señor, sólo defendisteis lo que era vuestro y eso justifica esa muerte con más razón que matar por lo que pertenece a otro o por ese rey”. “Ese rey es mi señor y el tuyo y no servirle sería traición”, aclaró el conde. Pero el chico le respondió: “Mi señor no es ese, sólo por ser el rey. Mi señor será quien yo respete como mi dueño y lo ame”. Nuño sonrió y dijo: “No quiero hablarte de esas cosas. Quiero estar contigo y verte sonreír con la mirada, como lo hacías la pasada noche jugando en la cama conmigo. Si todo fuese tan amable como tu compañía, todo sería distinto. Y no conviene que te expreses así, porque quien se revela contra el poder de su señor natural debe ser escarmentado con la muerte”. Y Guzmán añadió: “El señor natural es el que determina el corazón y no sólo su rango, mi señor”. El conde sostuvo la barbilla del crío y preguntó: “Soy yo tu señor natural?”. “Más que cualquier otro y por encima del rey, mi señor”, contestó Guzmán. Y Nuño dijo: “Eso es ofender al rey, pero no quiero que sirvas a nadie más que a mí. Tú eres mío solamente y sólo yo seré tu señor.....Ya se te ha ocurrido por donde puedo entrar en tu cuerpo?”.

Guzmán sonrió y le contestó: “Nunca he visto como se hace con una mujer, pero sí como monta el perro a la hembra o el garañón a una yegua. Y ellas tienen un agujero capaz de tragarse la verga del macho, que en el caballo es muy grande, señor. Pero yo sólo tengo un agujero y es muy pequeño para que entre por ahí un cipote como el vuestro, mi señor. A no ser que me rompáis el culo en dos al metérmelo”. “Crees que se romperá el ano si te la meto por el culo?”, preguntó el conde. “Sí, mi señor. No se puede abrir tanto como para que se meta todo eso dentro de mí.



Es muy gorda, además. Y me dolería mucho si me claváis semejante cacho de carne, mi señor. Casi seguro que me partiríais al medio”. “No te ocurrirá nada de eso. Te lo prometo”, le dijo el conde. Y añadió: “Una vez que te penetre y goces con ella moviéndose en tus tripas, tú mismo me la cogerás con la mano y te la meterás por el culo deseando tenerme dentro de tu cuerpo. Mientras tanto, hasta que no te dilate el ojo del culo, sólo jugaremos como lo hemos hecho hasta ahora y nuestras pollas se pondrán muy tiesas y se pringarán de babas antes de expulsar la leche para aliviar nuestros cojones”.

El señor pasó la mano por la espalda del chaval hasta el comienzo de los glúteos y añadió: “Pero no creo que tarde demasiado en tomarte aunque sea por la fuerza. Me excitas y me pones muy caliente para mantenerme sereno y seguir siendo paciente contigo. Te deseo ahora como hace tiempo me apeteció coger a otro hermoso mozo para estar dentro de su ser y no sólo quiero tu cuerpo sino tu alma. Busco el placer en ti, pero también el amor que me robó la desgracia, cuando aún tenía tu edad, para despertar mi corazón y volverlo a la vida.... Y al verte esos ojos serenos como una noche estrellada y tan profundos como los sentimientos de mi recuerdo, ha empezado a renacer el deseo de una vida plena de felicidad en mi pecho......... Recuesta la cabeza en mis piernas y huele la lujuria de mi sexo al tenerte tan cerca, que no es más fuerte de la que alberga mi alma. Tanto lo deseo como temo el momento de forzar esa estrecha entrada que tienes detrás, pero es necesario hacerlo cuanto antes o la ansiedad me volverá loco”.


Y Nuño sujetó la cabeza del crío sobre su pene erecto revolviéndole el pelo con los dedos. El muchacho no podía ver su mirada y por ello no se daba cuenta de su ternura y la tranquilidad que emanaba de los ojos del conde al verlo a sus pies y reclinado en sus piernas como un cariñoso lebrel.


Guzmán apretó la nariz contra el paquete de Nuño y comprobó la dureza de su verga embutida en las calzas de fieltro. Y le preguntó al señor: “De verás desearé tanto teneros dentro que yo mismo me clavare en vuestra polla, mi señor?”. Y Nuño respondió: “Lo harás y antes de lo que supones. Tu cuerpo pide a gritos el gozo que yo puedo darte con mi verga encastrada en tu culo. Sólo tiene que madurar más ese deseo en ti y tu carne estará dispuesta a recibirme sin causarte el menor daño. El cielo es caprichoso y quiso que nacieses para ser mío, compensándome de otra pérdida que agotó mi corazón de sufrimiento. Pero llegó el momento de volver a vivir y apurar la copa de la pasión y del placer..... Pero dejemos esto para más tarde, que ahora sólo deseo tocar tu cabello y verlo apoyado en mi regazo como si todavía fueses un tierno infante”. “Mi señor, dejé de serlo hace tiempo y ya se me van disipando algunos recuerdos de esos años de mi vida. Aunque no haya catado hembra, ya tengo vello en los cojones y sobre la verga, mi señor!. Y vos mismo habéis comprobado como se me levanta y se pone dura al estar a vuestro lado en la cama”. “Y sin estar en la cama, también. Como ahora, que ya la tienes tiesa notando la mía en tu mejilla. Estoy seguro que estás derramando suero por el capullo”, objetó el conde. “Sí, mi señor”, admitió el joven.

Guzmán restregaba la boca sobre la tela ajustada a los genitales del conde y su mano se fue hasta la polla para apreciarla mejor. Estaba enorme y tan recia que podría rasgar el tejido para liberarse y salir al aire buscando la lengua del muchacho. Y Guzmán la apretó con los dientes imaginándosela ya jugosa y generosa a la hora de darle su leche. Seguramente su juventud necesitaba aquel alimento para compartir la fuerza y energía del hombre que ya admiraba por su belleza y altiva apostura.

Y Nuño precisaba dárselo casi a todas horas, puesto que no paraba de fabricarlo en el par de huevos que lucia colgados del potente pene.

2 comentarios:

  1. tengo ganas de seguir leyendo más y como lo desvirga

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  2. Paciencia José...al señor Andreas le gusta guisar a fuego lento...:)
    Besos

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