Autor: Maestro Andreas

sábado, 16 de abril de 2011

Capítulo XXXI

Los cascos de los caballos hollaban las piedras de Sevilla de vuelta al palacio de Aldalahá. El conde tenía prisa por ver de nuevo a Guzmán, pero su cabeza flotaba en una nebulosa martilleada por las palabras de Froilán, así como las explicaciones dadas por el rey respecto a dejar parar por un tiempo la afrenta del marqués. Las razones de Alfonso X giraban en torno a los intereses del reino y la necesidad que tenía de confiarle la embajada ante el rey de Granada, por lo que no le permitía poner en riego su vida en otra empresa que no fuese llevar una carta a Mahamed II y traerle su contestación a la mayor brevedad posible.

La reina se había puesto incluso pesada por saber la vida y milagros de Guzmán, pero Nuño escurrió el bulto como mejor pudo, con la ayuda de Froilán, y le contó que se trataba de un zagal que un día, estando de caza, le había salvado del ataque de un lobo, al que el muchacho mató de un flechazo, salvando la vida del conde. Le dijo a la reina que la presencia del chico la consideró providencial y por eso lo tomó a su servicio, haciéndolo su paje, y ya lo estaba adiestrando para ser su escudero también. Nuño afirmó a la soberana que Guzmán era un mancebo muy listo aunque no versado en letras. Y tanto él como Froilán tuvieron la impresión que Doña Violante se tragaba ese cuento.

Peor se le puso la cuestión con Doña Sol. A la que visitó antes de abandonar el palacio. La joven dama estaba trastornada por saber y tener nuevas noticias sobre el estado del doncel y el conde, su prometido, le puso al corriente de los cuidados recibidos por los médicos y por los dos eunucos, asegurándole que el chico se repondría rápidamente de sus heridas. Doña Sol dibujó una sonrisa en su boca y se tapó el pecho con las dos manos para ocultar su agitación. Era un consejo que le diera su aya para evitar que otros ojos notasen la turbación que producían en la niña cualquier novedad relativa a Guzmán. La adolescente dama también había encontrado un príncipe azul sin saberlo y su inocente ansia le privaba de la prudencia necesaria para ser discreta con sus sentimientos.
La joven señora preguntó mil cosas sobre el suceso, haciendo hincapié en lo que hubiese padecido el zagal a manos de sus captores, preocupada por su dolor y su angustia, que era más reflejo de la suya que la de Guzmán. Pero el conde no se fijaba en ella lo suficiente como para sospechar sus sentimientos. Y por ello no sólo no le enojaba tanta pregunta, sino que gustosamente hablaba de su doncel, sin reparar a su vez que su voz, al nombrarlo, denotaba algo más que el simple afecto por un buen paje.

A otro, cuando menos, le molestaría la aptitud de su dama hacia otro joven, o del propio Guzmán si pusiese el mismo interés en saber la suerte de otro hombre. Pero a Nuño no le preocupaban los pensamientos y deseos de Doña Sol hacía su doncel, porque no concebía ni remotamente la posibilidad de imaginarlo en brazos de una mujer. Ese crío sólo había nacido para él y ningún otro ser en la tierra podría atraer al muchacho. Y menos el coño de una hembra cuando su ano se humedecía con sólo notar el roce del capullo del conde. Para Nuño, Guzmán era un macho valiente y audaz en la aventura y fiero en la pelea, pero en la cama sólo era la más delicada y tierna de las criaturas. Más que cualquier fémina, aunque resistiese y gozase con la brusquedad y fuerza de su sexo como un hombre. Si Nuño sospechase la debilidad de Doña sol por el chico, sentiría celos por su amado y no por ella. Y Doña Sol, en el momento que su prometido abandonaba la estancia, le preguntó: “Mi señor. Habría algún inconveniente en que vaya a visitar a vuestro paje a la casa del noble almohade que os cobija?”. Nuño se paro en seco y dudó en volver la cabeza, pero lo hizo y preguntó a su vez: “Mi señora. Creéis oportuna tal visita donde habita vuestro prometido antes de celebrarse los esponsales?”. Pero la joven no se amilanó por la negativa encubierta y dijo: “Mi señor, no creo que sea motivo de escándalo que vuestra futura esposa acuda con su aya a comprobar personalmente el estado en que se encuentra el escudero de mi señor esposo, que ha sido atacado y herido. No sólo es de humanidad, sino de afecto hacia quien sirve lealmente a mi prometido. Mi señor, si no tenéis otras razones de más peso, iré después del rezo de vísperas en la catedral”. Nuño quedó fastidiado por la intromisión de la dama en la vida que estimaba como privada, pero mostró su conformidad y hasta fingiendo complacencia por la decisión de Doña Sol y se fue echando venablos con el pensamiento.

Pero qué diantres tenía que pintar esa niña en el aposento donde amaba y se follaba a su paje!, pensaba Nuño al cruzarse con Froilán. Y éste le preguntó: “Va todo bien?”. Nuño reaccionó al ver a su amigo y le contestó: “Sí y no”. “Explícate, pardiez!”, exclamó el otro. Y el conde se explicó: “Sí a todo, más o menos. Pero no a que mi prometida va a ir a meter sus narices en mi alcoba con la excusa de ver a Guzmán... Qué diablos se le perdió a esa dama junto al lecho donde está mi amado?”. Froilán sonrió y le dijo: “Nuño, las mujeres son muy listas y posesivas. Y una de dos. O cela de su esposo o del amado de éste. En ella no cabe esperar otra cosa que sus celos sean por su señor. Aunque nunca se sabe, señor conde, porque ese doncel o príncipe, si así lo prefieres, es muy guapo y atractivo y más de una dama de la corte le echaría los tejos sin dudarlo”. “No bromees con eso, Froilán!”, protestó Nuño. Y el otro añadió: “De vez en cuando es bueno liberar tensiones haciendo una guasa a un amigo. No será más que una visita de cumplido. En eso demuestro un corazón generoso la joven Doña Sol. Además de hermosa es buena y querrá a su marido. Estoy seguro. Vamos, Nuño, que seguramente Guzmán espera impaciente a su amante”.
Y era verdad lo que pensaba Froilán. Guzmán no veía la hora de ver al conde y mareaba a los eunucos a causa de sus nervios, preocupado por la seguridad de Nuño. Temía que lo atacasen también y estando en la cama tirado y sin fuerzas, no podía ir a salvarlo del peligro. Y Hassam decidió por su cuenta ver al noble Aldalahá y contarle el estado de ansiedad de Guzmán. El señor de la casa acudió sin demora a los aposentos del conde y se sentó junto al lecho para calmar y tranquilizar al muchacho. Y le dijo: “ No temas por mi amigo, pues va acompañado por dos buenos guerreros que venderán caras sus vidas por proteger la del conde. Guzmán, desde ahora cuatro de mis imesebelen darán protección permanente al conde y a su doncel. Dos ya van con él y otros dos vigilan y guardan estos aposentos. Esos cuatro esclavos son tuyos y estarán a tu servicio. Sus vidas son tuyas, bello doncel”. El noble señor le llamó doncel por no pronunciar lo que su mente le gritaba: “Mi bello príncipe y señor”, porque para él, sin la menor duda, Guzmán era el nieto del gran califa de los almohades y su nombre, según se decía de boca a boca, era Muhammad Yusuf al-Mustansir. El príncipe deseado por muchos almohades andalusíes de Sevilla.

El conde volvió junta a Guzmán y no se reprimió por la presencia de Aldalahá para besarlo en los labios. El chico lo miró encantado y tampoco reprimió su lengua para decirle: “Mi amado señor!. Os amo y no puedo resistir saber que no estoy con vos ante cualquier riesgo o peligro. Abrázame fuerte, mi amo!”. Los eunucos lloraron ante la demostración de amor del joven por su señor y Aldalahá sonrió satisfecho por la suerte del chico al tener por amante a un hombre con un par de cojones bien puestos como el conde que no temía abrazar ante otros al amado. E hizo una seña a los dos castrados para que saliesen y dejasen solos a los amantes.

Y Nuño se recostó al lado del mancebo y le preguntó: “Sabes leer y escribir?”. “Sí, pero sólo en la lengua vulgar de Castilla y también entiendo y escribo la otra en que me hablaba mi madre”, respondió el chaval. “Y cual es esa?”, inquirió Nuño. “Decía que así hablaba mi padre y le escribía poemas. En el palacio del rey oí hablar así a algunos caballeros y damas”, contestó el chico. Y Nuño comenzó a hablarle en gallego para preguntarle si esa era la otra lengua. Y Guzmán dijo: Sí, mi señor. Esa es. Vos también la habláis?”. Y Nuño dijo: “Sí. Es la lengua culta de la corte de León y que también se habla en la de Castilla. El propio rey escribe en ese lenguaje sus poemas. Es más elegante que la vulgar del pueblo llano que usamos ahora más a menudo... Pero ni entiendes el latín ni el árabe, ya que no sabías lo que pone en el puñal que te regalé. Que por cierto estaba con el resto del botín de los miserables que te atacaron”. “Mi señor. El lenguaje de los frailes lo entiendo a medias, pero ese otro no, porque no sé que significan esos signos tan raros”. Nuño besó la frente del crío y le dijo: “Aprenderás a leer y a escribir esos signos y también el latín. Tienes que ser un hombre culto y no sólo un guerrero... Porque no eres un esclavo sino un doncel. Mi doncel y mi amor. Eso eres tú, Guzmán. El príncipe de mi corazón y no mi paje”. Nuño daría un brazo por clavársela al muchacho pero temía que se reabriese la herida del costado y se mordió las ganas, aunque la polla no ocultaba su ansia por entrar en el culo del crío. Y éste, también salido y con más ganas que el conde por sentir la enorme verga rascándole las tripas, agachó la cabeza hasta alcanzarle el paquete y le sacó el miembro para mamárselo y alimentarse con la leche del conde.

No había mejor reconstituyente para el zagal que ese líquido espeso, tibio y lechoso que le inundó la boca después de unas cuantas chupadas exprimiendo bien el cipote de Nuño.

1 comentario:

  1. Un triángulo con una mujer...muy interesante y morboso, lleno de posibilidades.
    Me gusta mucho esta historia. Besos

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