Autor: Maestro Andreas

martes, 19 de abril de 2011

Capítulo XXXII

Pasada la hora de vísperas, se detuvo una litera en la puerta de la casa del noble Aldalahá, escoltada a caballo por Don Froilán, y de ella bajó Doña Sol acompañada por su aya. Un esclavo anunció la visita al señor de la casa y éste salió para recibir con los debidos honores a tan distinguida dama y sus acompañantes. Nuño también fue al encuentro de su prometida y Doña Sol renunció a cualquier agasajo pues prefería ir directamente al aposento donde yacía Guzmán.

Al muchacho le estaban cambiando el vendaje uno de los médicos y observaba la buena marcha de la cicatrización de la herida cuando entraron en la alcoba la comitiva formada por la dama y su dueña y los tres señores. Guzmán, con el torso desnudo, quiso incorporarse al ver a la joven y su aya, pero el conde se lo impidió diciendo: “No te incorpores que aún no está curada esa cuchillada. No sea que por respeto a mi dama se abra de nuevo y empeore tu estado. Doña Sol se hace cargo y disculpa que no hagas reverencias ante ella. No es así, señora?”. Doña Sol se aproximó al lecho hasta poder alcanzar al chico con su mano y le dijo nerviosa al ver el pecho terso y tenso del mozo: “Guzmán, no te esfuerces porque deseo comprobar tu mejoría y no sea que por ser educado y amable en exceso conmigo, tu herida sangre de nuevo. Te encuentras bien y con ánimo?”. “Sí, mi señora y me abruma que os hayáis molestado por mí”, respondió el chico.

La joven casi se ruboriza al destapársele al muchacho el vientre, dejando ver las inglés y Froilán se sonrió viendo a Nuño apresurarse a taparlo con el lienzo que se había escurrido con el movimiento del mancebo. Pero la visión de aquel precioso pubis con el vello oscuro y rizado que anunciaba el comienzo del pene, se grabó en la mente de la cría como si se lo hubiesen bordado en oro.

“Es lo que le hacía falta para prendarse más del zagal”, pensó Doña Petra. Y la casta dueña tuvo que reconocer que el muchacho era un pastel para cualquier boca golosa. Los eunucos se acercaron al chico y le vistieron una túnica de lino, pero se la levantaron por encima de la cintura para que el médico continuase con la cura. Doña sol se sentó frente al muchacho y no se perdía nada de lo que el galeno le hacía para limpiar y desinfectar la zona dañada y los ungüentos y apósitos que le aplicó antes de vendarlo de nuevo. Parecía que estuviese en una clase de medicina para aprender a curar futuras lesiones o heridas de guerra de su esposo, pero no era eso lo que deseaba la dama.
Ella quería empacharse con la visión de la piel y los músculos del chaval, recordando en cada movimiento del médico como el paño, al deslizarse, había ido dejando al aire el vientre de Guzmán. Era el primer cuerpo de hombre casi desnudo que veía y la experiencia le había resultado extraordinariamente hermosa. Y por un momento pensó si el de su futuro esposo sería parecido y tan atractivo como ese otro. Y también se le vino a la cabeza, sin querer, cómo sería lo que había después de ese vello que daba la sensación de húmedo. Eso sería lo que tendría que entrar en su cuerpo para ser fecundada y entonces tenía que ser pequeño o sería imposible meterlo por un agujero que le parecía demasiado estrecho para algo un poco grueso. Y salió de estas elucubraciones cuando el señor de la casa le ofreció unos dulces acercándole una bandeja de plata.

Doña Sol estuvo bastante rato charlando sobre todo con Guzmán y el primo de la reina de cosas sin trascendencia, pero que a la joven deberían divertirla porque reía por lo más nimio que dijese el muchacho y la dueña advirtió a su señora que debían volver al palacio, pues se hacía tarde para asistir a la sesión de música y canto en la cámara de la reina. Y Doña Sol, algo fastidiada, se levantó y acerco su mano a la boca de Guzmán para que se la besara despidiéndose de él.

Al salir de la habitación, Froilán se quedó algo rezagado con el conde y le dijo: “Ya has visto que no había problema en la visita. Pero hay nuevas que pueden ser beneficiosas para Guzmán, porque la reina por fin está encinta. Andará ya por los tres o cuatro meses de embarazo, según confirman los médicos y las parteras. Y si sobrevive la criatura, sea o no varón, la sucesión del rey está asegurada. Pero de lo contrario estarán vivas las expectativas del infante Don Fadrique y entrarán en juego las intrigas en torno a cualquier posible heredero y eso no me gusta nada. Ese príncipe no es santo de mi devoción, pero la sucesión se determina según lo establecido en el Fuero Juzgo”. “Esperemos que nazca un sucesor por el bien de todos”, manifestó el conde.

Los ojos del mancebo lo miraban entre melancólicos y con gran contento por tenerlo a su lado y le habló a Nuño: “Señor. Habéis visto mi cicatriz?”. “Sí. Y ya tiene muy buen aspecto”, afirmó Nuño. Pero el chico añadió: “Me quedará una marca y temo que afee mi cuerpo. Vos siempre besáis mi piel y os gusta su suave tersura y que no haya imperfección en ella. Pero ahora ya no será así. La cicatriz se notará.”. Nuño acarició la mejilla del chico y le respondió: “Aún sin un miembro serías perfecto. Más si esa marca es por mi causa. Será un galardón que veneraré mientras viva y estoy deseando besarlo sin vendas como deseo tenerte y darte por el culo con fuerza para que me sientas llenarte el vientre. Y no me trates como a tu amo sino como a tu amante”. Guzmán se sonrió y le contestó: “Quiero que mi señor sea mi amo. Y así lo siento porque sé que os pertenezco. Y aunque fuese un príncipe como se empeña en insinuar el noble Aldalahá, yo sería igualmente vuestro esclavo, porque no quiero la libertad sin vos. Ser noble o paje no me importa. Pero lo que deseo es ser siervo de mi señor. Y vuestra ramera si eso os place, mi amado señor”. “Eres eso y más, porque lo eres todo”, dijo Nuño.
Luego, al acompañar a su anfitrión durante la cena, le contó lo que Froilán le había dicho sobre Guzmán y el noble almohade quedó pasmado de que fuese verdad la coincidencia de ser nieto de dos reyes tan grandes. Y le confesó al conde: “Don Nuño, nunca os dije que fui el preceptor del príncipe Yusuf. El mismo que tanto os amó, según me contaba en sus cartas. Y vos a él, por lo que decía. Si no os incomoda, me gustaría encargarme de la formación de Guzmán. Bueno, debéis saber que su nombre árabe es algo más largo, pero se puede simplificar. Y vos mismo podéis hacerlo. Ese príncipe para mi pueblo se llama Muhammad Yusuf al-Mustansir, el deseado”. Y Nuño no dudó al decir: “Si he de simplificarlo, le llamaremos Yusuf como al otro. Sabía que me lo había enviado él”.

Iba a ser duro para el muchacho aprender tantas cosas en un tiempo escaso, pero los dos señores partían de la indubitada creencia que Guzmán era muy inteligente y su mente despierta cogía cualquier enseñanza al vuelo. Ya que prácticamente solo, había aprendido cuanto sabía de la vida y el mundo, cogiendo de aquí y allá lecturas o pláticas que le sirvieran para defenderse hasta entonces.
Esa noche, ya en el lecho, el conde no pudo resistirse más y puso de lado al mancebo, abrazándolo por detrás, y se la calcó despacio pero hasta el fondo. Guzmán se sintió revivir al notar el roce de la verga de Nuño en su interior y los chorros tibios de leche que llenaban su recto.
Y también se corrió con su señor. Después, los eunucos le limpiaron los restos por detrás y por delante con la boca.

1 comentario:

  1. He estado leyendo toda la serie y estoy anonadado del talento en escribir deacuerdo a los eventos historicos. Guzman recuerda al Pricipe de Maruecos Yusuf II, y las descendencias Castellanas y Arabes son verdaderas pero se mezclan en Gusman en una fantasia muy bien hiladas. Esto sin hablar del erotismo mezclado con las convenientes practicas sexuales de la corte en las que se permitian y se ocultaban estas practicas, y la convivencia de las dos culturas que hace posible el nacimiento de un heredero de ambas.

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