Autor: Maestro Andreas

domingo, 24 de abril de 2011

Capítulo XXXIV

El Alférez Mayor de los Monteros Reales anunció con voz sonora: “Plaza al Rey de Castilla, de Toledo, de León y de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia y de Jaén y del Algarbe!”. Y en el umbral del salón del trono de los reales alcázares hizo su aparición Don Alfonso, el rey sabio, con su esposa la reina Doña Violante de Aragón y Hungría. La gran sala se hallaba llena de gente y en ella estaba representada la alta nobleza del reino, el alto clero y el pueblo llano. Parecía una convocatoria a Cortes Generales del reino de Castilla, pero sólo era un acto de audiencia pública del rey.

Y entre los asistentes estaban también Nuño y Guzmán, acompañados por Froilán. Doña Sol iba en el séquito tras los reyes de la mano del infante Don Alfonso de Molina, tío del monarca, precediendo a los hermanos del rey, incluido el infante Don Fadrique y al resto de la familia real.

Doña Sol estaba hermosa y reluciente ese día y adornaba sus orejas con los aretes que le regalara el conde. Y el mancebo se lo comentó a su amo: “Mi señor, está muy bella mi señora Doña Sol”. El conde frunció el ceño y mirando al chico dijo: “Si no te conociera al punto de saber donde más te gusta que te apriete, diría que te gusta esa mujer!. Has visto, Froilán, como se las gasta ahora el muchacho?. Hasta va a resultar que es un machito follador de hembras!”. “Conde, no se puede negar que Doña Sol es una criatura encantadora y muy hermosa. Yo mismo la admiro y mis gustos no son nada sospechosos respecto a preferencias en el sexo”, dijo Froilán. Y Nuño añadió: “No digo que no sea una mujer bella. Al contrario. Quizás es una pena que lo sea y no pueda tener a su lado un hombre que aprecie sus prendas en lo que valen”. Froilán se rió pero dijo: “Nuño, no digas tan pronto de este agua no beberé, porque cuando se tiene sed no se ponen demasiados reparos a un agua por no creerla de tu agrado. Puede que también te sacie la sed y te refresque como la del otro manantial donde estás acostumbrado a beber”. “Lo dudo, amigo mío”, aseveró Nuño con una irónica sonrisa.
El anuncio de la boda, que no era un secreto para nadie, fue acogido como si fuese la novedad de la jornada y todos dieron sus parabienes a los novios al terminar la audiencia real. Y el infante Don Alfonso, al felicitar al conde, se fijó en Guzmán y le expresó con cariño su alegría por su rápido restablecimiento, pero antes de dejarlos en compañía de otros caballeros y damas, que también daban a Doña Sol sus parabienes, el tío del rey le comentó disimuladamente a Don Froilán: “Es imposible y deben ser cosas de la edad, pero este muchacho me recuerda a alguien cercano y no puede ser”. Don Froilán palideció y preguntó: “A qué os referís, mi Señor?. Quizás un parecido físico en la cara?”. El infante titubeó un instante y añadió: “No sé. Puede que sea más en los gestos y el aire al moverse y mirar. Pero no es posible. Me estoy haciendo viejo, Froilán!. Eso es lo que pasa. Sólo son tonterías. Os dejo que he de reunirme con mi sobrino. Pero antes quisiera hablar a solas con el conde. Permíteme, amigo mío”. Y el infante enganchó al conde por un brazo y se lo llevó aparte para hablar con él sin oídos ajenos al acecho.

El infante Don Alfonso le preguntó: “Nuño, sospechas cuales son las razones por las que mi sobrino tiene tanta prisa en que te cases?”. “Al parecer mi señora la reina no quiere estar en estado avanzado de gestación para ser la madrina”, respondió Nuño. Y el infante objetó: “Y tú crees que eso le importa a mi sobrino como para cambiar sus planes?. No. Lo que desea el rey es que le den un heredero y la barriga de la reina le hace albergar esperanzas de que así sea, con o sin boda por medio. Lo que no quiere el rey es que tu vida esté en peligro y te expongas a mayores riesgos en un viaje peligrosos a Granada y no haya un heredero de tus dominios”.

El infante hizo una pausa y continuó: “Nuño, sabes cual fue la causa del odio entre tu padre y el marqués?”. “Es algo que viene de antiguo, mi Señor”, contestó el conde. “Pero no sabes por qué”, dijo el infante. “No”, dijo Nuño. Y Don Alfonso de Molina prosiguió: “Se ve que tu padre no quiso revelarte ciertas cosas de familia. El marqués, primo de tu padre, se enamoró de tu madre y al no poder casarse con ella lo hizo con su hermana, tu tía Eleonor. Pero no pudo resistir la tentación de humillar a tu padre raptando a su esposa recién casada y no lo logró. Cuando quiso intentarlo de nuevo tu madre ya estaba en cinta y los planes del marqués se vinieron abajo. El quería seducirla o violarla, eso le daba igual, pero deseaba preñarla y que tuviese un hijo suyo y no de tu padre. Y así el heredero del condado sería su hijo, para mayor agravio de su primo el conde. Al no conseguirlo juró vengarse y llegar a ser dueño de todos los dominios del condado y no del hijo de su enemigo. Porque si tu mueres sin herederos legítimos, como él pretende, todas tus posesiones pasaran a ser suyas. Y eso es lo que intenta evitar el rey”.
Nuño quedó perplejo por tales revelaciones y observó al infante con ojos sorprendidos, diciéndole: “Señor, él tampoco tiene descendencia legítima por ahora. Mi tía no le dio hijos. Y si quien muere sin herederos es el marqués, sus tierras son mías”. “Así es, Nuño”, afirmó el infante. Y prosiguió: “Y si no se tuercen las cosas, todo será tuyo, conde. Porque el marqués morirá más pronto que tarde. O por tu propia mano o por la justicia del rey. Por eso mi real sobrino te ordena que preñes a tu esposa cuanto antes y vayas a hacerle un buen servicio a Granada. Después hará lo que considere justo para los intereses del reino y los tuyos.”. “Que así sea, mi Señor”, acató Don Nuño y se despidió respetuosamente del príncipe.

Tanto Froilán como Guzmán se acercaron al conde al verlo solo y notaron su cara pensativa, indicando estar en profundas meditaciones. Y Froilán le preguntó: “Algún otro problema además de la boda?”. Y Nuño sonrió queriendo quitar importancia a su preocupaciones y contestó: “No, sólo que he de cubrir bien a mi esposa y preñarla cuanto antes. Y luego a Granada con mi doncel”. “Vaya!. Qué animado te veo de pronto para cumplir con el débito conyugal!”, exclamo el amigo, Y el conde respondió: “Son órdenes del rey, mi buen amigo!”. “Mil diablos!. Es que ahora nuestro Señor el rey se ha metido a mamporrero?. Y no lo digo por faltar al respeto al rey de Castilla, pero suena a eso, mi querido Nuño!”. “Al único que precisaría para dirigir mi miembro al coño de mi dama no sabe como se hacen esas cosas. Verdad, mi bello doncel?”, contestó el conde mirando a Guzmán con ojos de deseo que le gritaban: “Te voy a dar por el culo tras esos cortinajes, porque me va a estallar la polla y los cojones al verte tan guapo con ese terno que te han plantado encima los putos eunucos. Qué culo te hacen esas jodidas calzas, pardiez!”. Y disimuladamente le atizó un pellizco en las nalgas al chico que lanzó un ahogado grito.
Guzmán captó el mensaje de su señor y se le subieron los colores a las mejillas como si todo el salón lo hubiese recibido. De repente se sintió desnudo entre toda esa gente y que su culo era observado y comentaban como lo iba a montar el conde tras una cortina, pero sin correrla del todo para que todos viesen que era su puta y se lo jodía donde y cuando le daba la gana. Y el chico se empalmó viéndose ya pinchado por el culo y ensartado en la verga de su señor el conde.

Y ahora que ya estaba acostumbrado a que los dos eunucos le lamiesen el culo y la polla para limpiarlo al terminar la follada, quién se lo haría en el salón del trono de los reales alcázares?. Seguro que habría más de un voluntario para comerse el pringado ojete del crío y la leche del conde.
Y el pito de Guzmán también no quedaría sin bocas y lenguas para dejarlo impoluto.

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