Más el mancebo, por más que deseaba imaginarlo, no se hacía idea de lo que pasaba en la estancia del palacio real, convertida en la cámara nupcial del conde y su esposa. A Doña Sol, sus damas la desnudaron y bañaron en leche perfumada de azahar. Y unas esclavas moriscas la prepararon para su esposo con afeites y aromas de oriente y la vistieron tan sólo con un camisón blanco que tenía una abertura a la altura del sexo. La desposada entró en la alcoba y halló en ella a su esposo, también bañado y cubierto por una camisa larga abierta por debajo de la cintura, que la miraba como si la joven fuese una aparición.
Nuño no se le ocurría decirle nada a la muchacha y ella sólo lo saludó con una graciosa reverencia esperando alguna indicación o señal que le diese pie a algo que desease su esposo o al menos que la tomase de la mano para tumbarse directamente en el lecho. Pero nada se produjo y Doña Sol miraba a Nuño con cierta timidez y algo de temor por no saber exactamente lo que le esperaba. Ni siquiera podía verle bien el miembro ni tampoco el pecho fornido que ya conocía y le había parecido tan atrayente y hermoso. El conde no hacía más que mirarla y se fijaba sobre todo en la cabellera rojiza que le caía sobre los hombros y sin decirle nada se acercó a ella y dijo: “Señora, no sé lo que os han contado sobre lo que hemos de hacer los dos esta noche y otras que pudieran venir en adelante. Sé que una mujer recatada no muestra su desnudez ante nadie, ni siquiera su marido, pero ahora soy vuestro dueño y esposo y me gustaría hacer las cosas a mi modo y no como os lo ha explicado vuestra aya”.
Doña Sol, no se puso nerviosa y sin bajar la vista respondió: “Mi señor, vos mandáis y yo obedezco a mi señor y esposo. Esa es mi obligación y mis deseos no deben contar para vos. Haced conmigo lo que mejor os parezca y gozar de mi cuerpo como os guste, Don Nuño”. El conde la levantó en brazos y la posó sobre la cama boca arriba. Se sentó a su lado y miró el cuerpo cubierto por la fina tela que dejaba entrever el vello rojo bajo el vientre de la muchacha y eso le gustó. Se recostó a su lado y le acarició el pelo. Ella le miraba a los ojos entreabriendo los labios, pidiéndole algo que intuía bueno sin saberlo, y Nuño besó su boca rozándola solamente.
Al despegarse las bocas, la chica suspiró y pasó la lengua por el labio inferior como buscando los restos del beso de Nuño, insinuando al subir sus pestañas que aquello le había sabido a poco. El conde se estiró boca abajo sobre ella y con una mano quiso separarle las piernas para buscar el centro de la intersección de ambas extremidades, pero se lió con el camisón y su camisa y no lograba dar con las aberturas.
Nuño no era un hombre paciente para algunas cosas y una era el sexo. Así que se levantó bruscamente y poniéndose de rodillas sobre su mujer, se quitó el incordio de la camisa, quedándose como ella deseaba. En cueros vivos, luciendo el palmito y un respetable cipote que asombró a la muchacha. Y entonces dijo: “Señora, intentar hacer esto con tanta tela no resulta grato y me parece complicado y absurdo. Por tanto fuera trapos”. Y con la misma rapidez con que se libró de la suya, rasgo el camisón de Doña Sol y la dejó en pelotas.
Nuño admiró los dos pechos pequeños y redondos como pequeños melones cortados a la mitad y pegados sobre la muchacha, muy blancos y con unos pezones sonrosados, puntiagudos y tiesos, que le dieron ganas de tocarlos y probarlos mordisqueándolos con los dientes. Y lo hizo doblándose sobre la joven y bajó también por su vientre suave que terminaba en ese felpudo rojizo que le causaba gracia. También se dio cuenta de que la cintura era tan estrecha que podría abarcarla con una sola mano y contrastaba con las caderas más anchas pero no tan exageradas como las de las mujeres que había visto desnudas anteriormente. Y por un segundo pensó en como tendría el culo la chica. Sería tan bonito como el de Guzmán?. Eso lo dudaba, pues nunca podría estar tan duro y firme como el de un muchacho. Y no quiso quedarse con las ganas de saberlo y la volteó. Le miró las nalgas que eran de nácar y las palpó con las dos manos, comprobando que eran distintas a las de su amado, ya que tenían una forma de pera, y, sin embargo, sin ser tan rotundas como las del mancebo, también eran recias y casi juraría que no temblarían si les daba un azote bien fuerte. Más desistió de hacerlo y le dio la vuelta otra vez a su mujer.
Entonces volvió a tumbarse, pero a un costado de la dama y sin preaviso le echó mano al coño. Doña Sol se estremeció al notar los dedos de Nuño en la raja, pero todavía tembló más al sentir como se los metía para acariciarla por dentro después de escupirse en ellos. La joven se agitaba y Nuño la besó otra vez pero ahora no sólo en la boca sino también por el cuello y tras una oreja. Y Doña Sol empezó a calentarse y al conde le crecía y engordaba más la verga y la muchacha vio aquello con estupor, pero sin pensar que pudiese romperla al meterle aquel cacho de carne que daba la impresión que era de hierro.
Nuño incorporó a la moza y ella pudo admirar la pletórica anatomía de su marido y quedó fascinada por el estupendo macho al que la había destinado el rey. Y eso no era para desperdiciarlo con ñoñerías y patrañas de beatas o mujeres solteras que nunca cataran varón. A Sol le hervían las carnes y la blancura de su cuerpo dio paso a un tono rosado que jugaba mejor papel con su pelo y sus ojos color miel. Y el marido comenzó a sentir un morbo distinto al que le daba follarse a Guzmán, pero pensó que en el fondo no sería muy diferente clavársela a ella por delante o a él por detrás.
Y se decidió a gozarla a su manera. Nuño se acostó panza arriba y le ordenó a al muchacha que se arrodillase sobre sus piernas y bajase la cabeza hasta tocarle la polla con la lengua. Ella obedeció y el marido se la metió en la boca. Sol por un momento no supo que debía hacer con tal trabuco, pero su intuición y el sabor algo ácido y el olor a almizcle que emanaba del glande, le dijeron que aquello se chupaba y lamía. Y en dos lametadas ya la estaba mamando como una ternera, aunque apenas le entraba en la boca tanta carne.
Y lo hacía bastante bien aunque no abría la boca lo suficiente para no arañar el capullo con los dientes y Nuño le dijo con cierta sequedad: “Abre bien la boca que me la vas a despellejar y luego a ver como te follo!”. Ella tomó buena nota de la sugerencia y no volvió a rozarle con su dentadura. Pero si seguía tirando del teto, se le vaciaban los cojones a Nuño y de lo que se trataba era de fecundarla por lo de la descendencia. Y eso tenía que ser por el coño y no por la boca. Así que la arrastró por las manos hasta sentarla en la polla e intentó metérsela. Pero siendo todavía virgen, le costaba hacer entrar un carajo tan gordo por un agujero sin estrenar y optó por tumbarla mirando al dosel de la cama y se acostó encima abriéndola bien de piernas y doblándoselas a cada uno de sus costados. Y otra vez le tocó el sexo con los dedos y se lo humedeció más, abriéndolo un poco para que la penetración fuese menos dura.
Pero la joven ya estaba cachonda como una perra y casi era ella la que deseaba absorber la verga de Nuño y el coito se produjo antes de lo esperado. Primero entró el glande y ella se quejó entre gemidos y él lo sacó, pero ella se lo metió otra vez agarrándolo con su mano y esta vez entró mejor. Nuño empujó y metió el carajo entero y hasta el fondo. Un chillido de la dama con la clavada y al segundo grito ya jadeaba y sudaba moviéndose como una anguila con cada puntazo que le metía su macho. Se la estaba follando con contundencia y apretando tanto como cuando se la endiñaba a Guzmán por el ano y pronto vino el orgasmo del conde y ella notó unos potentes chorros de líquido en la vagina.
Nuño quedó sobre ella cansado y no sacó la polla. Y así permanecieron un buen rato, hasta que al conde se le ocurrió decirle a su dama: “Os peso mucho, Señora?”. “Sí, pero no importa si vos estáis cómodo y queréis hacerlo otra vez”, contestó la mujer. Porque Doña Sol ya era mujer y, aunque todavía no la viese, le salía sangre por el coño, puesto que Nuño le había hecho trizas el virgo. Daba la impresión que la chica estaba lanzada y Nuño aunó fuerzas para joderla por segunda vez. Pero ahora la sentó sobre su vientre y ella cabalgó ensartada en un eje de carne tiesa.
Y en una cabalgada más larga e intensa la llenó otra vez con su semilla y ella tembló al sentir que la colmaba. Cuando Nuño estaba acabando dentro de ella, Sol gozó algo nuevo y le gustó tanto que por fuerza tenía que ser pecado. Pero aunque lo fuese no estaba dispuesta a no disfrutarlo mil veces. Y ahora sí se la sacó para ventilar un poco el esforzado pene. Nuño se levantó y ambos vieron la mancha roja sobre las sábanas. A Doña Sol le entró el recato y quiso lavarse los bajos para no presentar un aspecto tan poco atrayente para su esposo. Y él también se lavó el miembro y pensó que después de eso debían dormir. La besó en la frente y le deseó buenas noches retirándose a otro aposento contiguo. Nuño ya creía haber cumplido como esposo, para ser la primera noche y el estreno de la joven dama, que gozara como una gata, y con el nuevo día la montaría de nuevo y volvería a fecundarla por si no quedara bien cubierta para darle un hijo.
Además, Doña Sol parecía muy fértil y con pocos polvos quedaría preñada. O al menos eso es lo que aseguraba la reina.
que buena musica! me podés decir cual es? gracias!
ResponderEliminaredupignal@gmail.com
Hola edu, si vas al pie de la página encontraras una imagen simulando un iphone, es un link llamado music play list y si lo abres puedes apagarlo encenderlo y/o elegir de una lista editada la música que quieres oir, allí esta el nombre y el interprete que corresponde a un video de youtube.
ResponderEliminarGracias por visitarnos.