Autor: Maestro Andreas

domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo XLVI

La primera noche sin sexo para Guzmán, pero no exenta de amor y la compañía de su amante, fue la anterior a ser armado caballero por el rey. En compañía del conde y Don Froilán, que serían sus padrinos en la ceremonia, veló las armas hasta el amanecer. Y antes del mediodía lo vistieron la cota de malla y la armadura, cubierto por un peto rojo hasta la rodilla, sobre el que lucía su blasón estampado con las armas de Borgoña y, sobre campo de plata, una cabeza de jabalí atravesada por una flecha. Y una vez que sus padrinos le calzaron las espuelas, hincó la rodilla derecha en el suelo de piedra del templo y el rey, su tío, desenvainó la espada y le dio el espaldarazo sobre ambos hombros que lo consagraba caballero del reino.

Don Alfonso X, tras envainar de nuevo la espada, levantó al muchacho y lo abrazó besando sus mejillas y, a una señal suya, un paje se acercó a ellos portando entre sus manos un cojín escarlata, ribeteado en hilo de oro, sobre el que descansaba otra espada toledana con incrustaciones de metales nobles tanto en la empuñadura como en la hoja. Y con ella en la diestra, el rey dijo: “Guzmán, que esta espada que ahora te entrego se cubra de gloria y honor en defensa de la verdad y la justicia”. Y el joven tomó el arma de manos del rey y la embutió en la vaina vacía que le colgaba del cinto.
El Señor de La Dehesa ya era un caballero y sus padrinos lo abrazaron y besaron también. Y todos los asistentes al acto le dieron sus parabienes y le desearon larga vida y muchos triunfos en gloriosas jornadas de lucha. Pero entre ellos no estaba el marqués de Asuerto. Ya que el ruin aristócrata maquinaba su venganza sobre el conde y el doncel del rey. Sus odiados enemigos a los que había jurado exterminar de la faz de la tierra y no descansaría hasta conseguirlo.

Y mientras se celebraba con regocijo la entrada de Guzmán en el grado de caballero, el infame traidor negociaba con un moro renegado un plan para acabar de un golpe con el conde y el mancebo, ya que el marqués no estaba dispuesto a fallar el golpe confiando la empresa a bandidos poco fiables, como en las veces anteriores. Y buscó a Omar Ben Jasit, un noble granadino que se revelara contra su rey diez años atrás y estaba proscrito, que, a cambio de una cuantiosa suma de plata, tendería una emboscada a los enviados del rey Alfonso X que portaban una carta en la que se establecía un acuerdo de paz con Mohamed II y debían llevar devuelta al rey de Castilla otra copia firmada también por el rey moro.

Pero ahora el asunto era mucho más arriesgado que el secuestro de un paje o un asesinato a traición de un caballero en mitad de un viaje. Ya se trataba de la muerte de un noble señor, que gozaba del favor real y ostentaba un señorío, en cuyas armas se incluían las de la casa real de Castilla y León. El conde sólo era el acompañante de ese joven aristócrata, en cuyos rasgos y donaire toda la corte había descubierto la figura del difunto infante Don Fernando y eso suponía atentar contra algo mucho más sagrado como era la sangre del propio rey. Guzmán era el hombre de moda en la corte de Sevilla y eso le traería problemas al marqués si se le involucraba en su muerte.

El marqués tenía que andar con mucha cautela y perfilar muy bien su malévolo plan para matar a esos dos caballeros ilustres, acabando con todo proyecto de paz entre ambos reinos y, de ese modo, asegurar una posibilidad de triunfo a su cómplice Omar, que además, desaparecidos de escena el conde y el mancebo, pensaba contar con la influencia del marqués para conseguir la ayuda de Castilla y poder derrocar del trono y expulsar de la Alhambra a su enemigo el rey nazarí. El ambicioso proyecto requería hacerlo sin precipitación de ninguna clase y calculando todos los aspectos negativos y favorables que pudieran llevar la conjura al éxito deseado.
Omar Ben Jasit contaba con bastantes seguidores recolectados en todo el reino granadino, y se movía sobre todo por las tierras altas de las sierras, escondiéndose en la Alpujarra, donde había establecido su cuartel general. Este moro era un hombre culto y refinado que aspiraba a ser rey por considerarse con mejor derecho que el reinante, cuyo padre Mohamed Ben Nazar, llamado Al-Ahmar el Rojo, por tener la barba de ese color, en el año 1238 entró triunfador en Granada por la puerta de Elvira para ocupar el palacio del Gallo del Viento, sito en el cerro de La Sabika, expulsando a la familia del ahora rebelde proscrito. Y esa era la espina que este noble moro tenía clavada en su alma y que sólo la derrota de su enemigo el rey Mohamed II podía arrancársela.

Y si por algo era famoso este renegado, además de por su bravura en el combate, era por el gusto eligiendo a los adolescentes que siempre lo acompañaban en sus horas de descanso. En sus razias, les perdonaba la vida a los más jóvenes, si eran hermosos, y los secuestraba, pasando a formar parte de su harén de mancebos que lo deleitaban y complacían como las mejores huríes que pudiera soñar cualquier hombre de gustos exquisitos. Y también a sus oídos había llegado la fama de la belleza del doncel del rey de Castilla.
Y la curiosidad y deseo se estaban alimentando de forma imparable en el pecho del moro, que, sin quererlo de manera consciente, ansiaba ver al hermoso mancebo para apoderarse de él y, en principio, probarlo carnalmente para convertirlo en uno más de su corte de jóvenes esclavos sexuales. Si luego conquistaba su corazón por sus gracias, tal y como prometía su fama, quizás no dudaría en hacerlo su favorito y colmarlo de regalos y atenciones a cambio de su cuerpo y su culo y sobre todo de su amor.

Y lejos de esas intenciones, Nuño y Guzmán recuperaron esa noche los polvos que no habían echado la anterior. Pero antes, a media tarde, tuvieron su fiesta privada con Doña Sol. Nada más terminar el banquete presidido por los reyes, al que asistió la más alta nobleza del reino, ellos tres se retiraron a sus aposentos en el palacio real y se aligeraron de ropas y arreos para estar más cómodos y calentarse viéndose semidesnudos. Ella tan sólo envolvía su figura en un velo turquesa y ellos llevaban camisolas abiertas por delante y los huevos colgando bajo las vergas erectas.

Y comenzaron por sobarse ellos dos, jugando como un par de críos excitados por las emociones, sin que tardase demasiado en unirse ella, pellizcándoles el culo y agarrándoles las pollas y los cojones, intentando robarles algún beso de los muchos que se daban los dos hombres mordiéndose en los labios y jugando con sus lenguas traspasándose la saliva de boca a boca.
Pronto ya se besaban los tres y bajaban por todo el cuerpo de los otros dos. Se comían tanto el sexo como el culo. Y el conde les hizo ponerse a cuatro patas como dos perras y se la metió por el ano sucesivamente a Sol y a Guzmán. Ellos dos sólo se miraban de reojo y no osaban ni tocarse un dedo porque no se lo hubiera permitido su macho, que era el único amo y señor de sus cuerpos y sus almas. Y de su amor, aunque la joven dama no podía negarse a sí misma que su corazón latía con fuerza al ver a Guzmán y besarlo en los labios.

No lamentaba que no la follase con la verga, porque lo hacía con cada mirada que le dirigían sus ojos negros. Y era tal la fuerza conque la atravesaban las pupilas del chico, que no era la primera vez que tenía un orgasmo tan sólo con eso. Se le mojaba el coño y se corría de gusto penetrada por la plateada noche de la mirada de Guzmán, sin necesidad de tener la verga de Nuño clavada en su vagina. Cosa que también le provocaba orgasmos intensos y prolongados con los que deliraba de excitación y de gusto.

Y en los descansos, echaban partidas de naipes o de ajedrez y también de dados como si estuviesen entre camaradas, que es lo que eran aparte de amantes. Estaba claro que el conde sólo necesitaba a esa pareja de críos para pasárselo de puta madre sin nadie más.
Y el remate a su delirio eran los ratos y noches a solas con el mancebo. Esa era su felicidad y el éxtasis supremo por el que deseaba vivir.

2 comentarios:

  1. ¡Bravo! La historia está cada día más interesante. Y ahora esta hermosa música. Invita a soñar. Gracias

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  2. Maestro Andreas, desde que conocí esta historia no pudo más parar de leerla. Además de encantarme demasiado las cosas de historia (y la de España en medioevo es muchissimo interessante) todo el erotismo alrededor deste garañón que es el Conde, me pode con la boca y el agujero húmedos. Seguramente, si fuera vivo hoy, yo me pondría de rodillas delante de él para ser su esclavo. Soy esclavo de Maestros para que me hagan lo que les dé placer, y imaginome siendo Guzmán en cada momento que su Señor, amo y amor le espeta con su carajo majestoso. Maestro, felicitaciones por su creación, es fantástica! La solución que dio a poner juntos su esclavo y su esposa fue increíble. Escribo desde Floripa - Brasil y espero que venga a conocer mi ciudad en su próximo viaje acá. floripa35@gmail.com

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